Puntos suspensivos...

No diré más...
En verdad no diré más...

Conversaré en las noches con el cielo,
en las mañanas con el viento,
en las tardes con el silencio,
y de madrugada lloraré.

Y algún día cuando me marche lejos,
del pozo sin fondo saldrá,
todo aquello que omitiste del cuento
donde no hay nada más que contar...

Pon puntos suspensivos cuando llegue mi diálogo,
todo lo dije en su momento
y no hay nada más que agregar...

Pero no omitas aquello que fui capaz de darte,
aquello que con tus propias manos ahogaste,
aquello que desde el inicio entregué
y hoy solo fue lo que fue...
.

Último café...

Volvió al café de la esquina después de mucho tiempo,
volvió al café que había hayado en sus hermosas soledades.

Encontró todo como si hubiese sido ayer la última visita,
y al entrar visualizó de lejos su mesa en el mismo rincón preferido.

Una vez más, fue el personaje principal de su propio show...

Llevaba aquel pantalón de mezcilla roto y mundano pegado a sus muslos, casi creado con los hilos de su propia personalidad, una blusa medio suelta abierta al medio, faja gruesa y sus zapatos de punta que la hacían taconear.

Recorrió el pasillo en medio de su cadencia y coquetería con el paso seguro, fuerte e irreverente...

Con la sutileza casi de volar pero con actitud altanera, insurrecta, desobediente y rebelde... pero sonreía... sonreía pícara...

Aquel personaje que siempre le servía el café que pidiera, se carcajeaba desde que la vio entrar haciendo su pasarela... aquella risa era emoción de verla nuevamente, de saberla empoderada aunque siempre terminara consolándola y limpiando la mesa llena de sus lágrimas.

- Mi café por favor - guiñó a su cómplice, que aún reía trás el mostrador de postres, mientras ella tomaba tiempo para sentarse.

Como casi todas las veces sacó de su bolso los lápices, las hojas en blanco, los periódicos y los libros que de todas formas nunca utilizaba ni leía...

(Silencio) - ella aún acomodaba sus nalgas, sus piernas enrolladas sobre el asiento, calmaba su respiración y esperaba...

- ¿Y hoy que historia traés? - dijo aquel personaje de ojos siempre alegres, mientras se acercaba a servirle su café y tomaba lugar con ella.

- Pues nada... esta vez no hay nada... - respondió en medio de un suspiro.

- ¿Nada?... ¿No hay nada? - preguntó la voz cómplice con tono sorprendido, para luego hechar una nueva carcajada.

- ¡No!, ¡nada!... ¿acaso debía... acaso... acaso debía venir de nuevo a llorar? - dijo ella seria, indignada, casi enojada.

Y en medio del profundo silencio y las carcajadas de su cómplice, una lágrima rodó rápidamente desde su ojo hasta caer como suero en su taza...
........... ...las restantes gotas
terminaron de salar su café...

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9 de la mañana, un 9 de marzo.
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