- Hola - contesté por inercia sin alzar siquiera el rostro...
- ¿... ... ...Cómo estás? - preguntó una voz fresca, alegre...
- Eessstoooooyy... me salió la respuesta larga en un suspiro, con la garganta seca, tosca, triste...
- ¿Puedo? - susurró.
- Podes - dije sin saber que...
- ¿Sentarme? ¿Puedo? - repitió.
- Podes, sí podes, sentarte... podés... - y ya por fin levanté la mirada...
- Hola - le dije sonriendo.
- Hola - y se echó a reír...
- ¿Qué hacías? - dijo mientras acomodaba sus cosas...
- Mmm... Todo y nada... murmuré mientras seguía cada uno de sus movimientos...
- ¿Qué hacías? - volvió a preguntar - esta vez posando sus brazos sobre la mesa, de frente y casi desnudando mi alma...
... y perdí la mirada en alguna persona que entraba, en la silla de al´lao o en la vitrina llena de postres... en el reloj de la puerta, en el cuadro descuadrado o en la campanita de aviso... pero sus ojos esperaban mi respuesta... no había nada sobre la mesa, solo mi respuesta...
- Esperándote - atiné a decir... - quizá... esperándo... esperándote... no sé... - y a mi respuesta la acompañó un silencio, su sonrisa y la mía...
No supe su nombre, no le volví a ver... pero ese día entendí que existe la magia... razones muchas para vivir y un mundo incierto, loco y puto que descubrir...