Ayer regresé al pecho de mi madre... y lloramos juntas...
Lloramos por nosotras, por aquel abrazo con aroma a recuerdos, lloramos por ella...
Lloramos por nosotras, por aquel abrazo con aroma a recuerdos, lloramos por ella...
Lloramos por ella, por esa hermosa mujer; por esa guerrera que ya ha guardado su armadura.
Viejita hermosa, mujer intensa, fuerte, valiente... ¿Qué me prometiste?
Abrazaste mi sudoroso y pequeño cuerpo mientras temblaba de miedo y prometiste que no morirías... me prometiste que no morirías... me prometiste que no morirías.
Hoy te veo penetrando mi alma con esa mirada lejana. ¿Dónde estás?...
Busco en tu adentro y te encuentro, que delicia que me mires así... me regocijo en tu regazo. Vuelvo a ser niña con vos...
Adivinas lo que siento, sientes mi pulso inquieto, te inquietas cuando te digo te amo sin titubeos.
Viejita hermosa, no quiero dejar de mirarte, tu rostro hermoso, curtido ya por el tiempo y tus cabellos color plata me llevan a un lugar seguro, a un rinconcito cálido donde me siento muy feliz.
¿Dónde encontraré el silencio para escucharte?
¿Dónde el pan con mantequilla y jalea con sabor especial, que sólo tus manos llenas de amor saben hacer?
¿Dónde acurrucaré mi rostro para sentir tu aroma a tiempo?
¿Dónde la pared que despintábamos tratando de hacer figuras?
Curaste mis dolencias con agua florida, menta, juanilama, linaza y malva, aguantaste con paciencia mi niñez tequiosa, me aconsejaste en mi dura adolescencia y hace unos días quisiste coser mis pantalones rotos...
Viejita... te recuerdo siempre cojear; llevas el ritmo del tiempo en tu vaivén, llevas un pin musical en tu cadera... quizá el peso de las compras, los hijos, hijas, nietos, nietas, mandados y “oficio” en tu casa no te dejaron verlo así... pero llevas un ritmo especial en tu andar, un pin musical...
Tus ojitos parpadean y todo lo ven después de intervenidos en más de una ocasión. ¡Viejita valiente!, mujer guerrera... hoy aún con tus ojitos cerrándose de sueño y cansancio nos ves, te ves... te ves y nos ves...
Sentiste el calor del fuego y canfín en la piel, sentiste el fuego rojo... mi viejita... ay mi viejita... cuanta valentía, cuanta fortaleza, cuanto coraje y valor...
En mayo del 68 perdiste a tu compañero... a un abuelo que jamás conocí y nunca más disfrutaste del amor... sacaste a tus hijas e hijos adelante, sola... sola...
Pedazo de mujer... pedazo de mi vida... Canto y cantaré tu nombre siempre, tu magia, tu ser... celebraré tu vida y cada detalle de ella, lleno de aire mis pulmones y grito: ¡TITA TE AMO!... y caigo rendida en un charco de lágrimas que he construido desde que entendí que has cumplido tu promesa: No morirás NUNCA...
Te amo preciosa...
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Es precioso. Me has hecho llorar.
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